Hace algunos años, Miguel Ángel Maldonado tuvo un problema familiar que lo obligó a dejar las inferiores de Vélez para volver a su Tucumán natal. "Económicamente mis viejos no estaban bien, así que decidí pegar la vuelta para trabajar y ayudarlos. Tenía 18 años…", recordó con nostalgia el goleador de Unión Aconquija.
Pero Miguel lleva el fútbol en su piel y nunca, ni en aquellos momentos, se apartó de él. "Soy un apasionado de esto. Siempre traté de estar bien en lo físico con la ilusión de seguir jugando. Tuve la suerte de encontrarme con este club humilde pero de grandes hombres. Unión me abrió sus puertas y la mejor manera de pagarle es colaborando en su proyecto deportivo. Por eso al esfuerzo de las prácticas no lo siento", sostuvo el muchacho ahora con 31 años e igual o más comprometido.
Pero la redonda no es su única obligación, Maldonado también es taxista. "Es que, con lo que uno gana en el fútbol no se puede mantener una familia. Todos los días me levanto a la 5.30, pongo en marcha el auto y salgo a trabajar", relata. Su tarea se estira hasta las 13.30 para un descanso acortado.
"Vuelvo a salir a las 14 y me mantengo en el coche hasta las 16 cuando voy a entrenar. Al finalizar la práctica vuelvo al taxi y recién a las 23 o 23.30 termino el día, depende de cómo se presentan las cosas", comenta.
A pesar de aquellas obligaciones, Miguel sabe que, como todo delantero, lo que alimenta su pasión son los goles. "Lo más importante es que club gane partidos. No importa quién los convierta porque sólo hay un objetivo y es que a Unión le vaya bien", dice.
"Nuestro ánimo es el mejor y trataremos de imponernos", avisa el artillero de cara a lo que viene: Central Norte.
"De estar peleando por no descender, pasamos a pelear por una plaza entre los cuatro clasificados", recuerda Maldonado que ya sabe cuál será el mejor premio a semajante esfuerzo.